En el año 2023, más de la mitad de la electricidad del mundo sigue proveniendo de los combustibles fósiles, con el carbón (35%) y el gas (22%) como los principales contribuyentes. Sin embargo, una cantidad considerable, casi el 40%, proviene de fuentes de energía baja en carbono. La energía hidroeléctrica sigue siendo la fuente renovable más grande con un 14%, seguida de la energía nuclear con un 9%. Energías como la eólica y solar están adquiriendo un papel cada vez más relevante, con un 8% y un 5% respectivamente, mientras que los biocombustibles contribuyen en una pequeña proporción, con un 1.7%.
Para aumentar la producción de electricidad baja en carbono en el mundo, es importante aprender de los países exitosos en esta área. Francia y Eslovaquia, por ejemplo, generan más del 60% de su electricidad a partir de la energía nuclear. Dinamarca, con casi el 60% de la electricidad generada por energía eólica, también es un caso destacado. Además, países como Grecia y Australia han logrado introducir la energía solar de manera efectiva, generando un 19% y un 18% respectivamente. Estos ejemplos demuestran que la energía baja en carbono, desde la nuclear hasta la solar y eólica, puede y deben ser fundamentales en la matriz energética global.
Examinando la historia de la electricidad baja en carbono, es evidente que ha habido un considerable cambio en las fuentes de generación. En las primeras décadas del siglo XXI, el uso de la energía hidroeléctrica y nuclear ha aumentado significativamente. Desde el año 2017, sin embargo, la energía eólica y solar han experimentado un rápido crecimiento, con incrementos significativos en la generación eléctrica. No obstante, el 2023 marcó una caída notable en la generación de energía hidroeléctrica. A pesar de esto, es destacable la continua expansión de la energía eólica y solar, que han mostrado un crecimiento regular en los últimos años. Este es un indicativo prometedor para el futuro de la generación eléctrica baja en carbono.