En Rusia, el consumo eléctrico actual se caracteriza por una notable dependencia de los combustibles fósiles, que representan más de la mitad de su generación de electricidad, con un 64%. Dentro de esta categoría, el gas es el contribuyente principal con aproximadamente el 44%, seguido por el carbón con un 19%. En cuanto a la electricidad baja en carbono, que incluye tanto nuclear como hidroeléctrica, Rusia genera alrededor del 36% de su energía a partir de estas fuentes más limpias y sostenibles. La energía nuclear y la hidroeléctrica contribuyen casi de manera equitativa a este total, con casi un 18% cada una. Este equilibrio entre combustibles fósiles y electricidad baja en carbono indica un camino hacia la sostenibilidad, aunque hay margen para incrementar la proporción de fuentes de energía más limpias.
Para que Rusia aumente la generación de electricidad baja en carbono, puede enfocarse en la expansión de la energía nuclear, ya que es una tecnología que ya genera grandes cantidades de electricidad en el país. Países que comparten similitudes con Rusia, como Ucrania y Eslovaquia, han hecho un uso significativo de la energía nuclear, generando el 55% y 62% de su electricidad, respectivamente, a partir de esta fuente baja en carbono. Al aprender de estos ejemplos, Rusia podría aumentar su capacidad nuclear para reducir aún más su dependencia de los combustibles fósiles, contribuyendo así a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación del aire. Además, explorar el desarrollo de la energía eólica podría ser beneficioso, considerando que países europeos como Dinamarca han logrado un crecimiento significativo en la generación de electricidad mediante energía eólica.
La historia de la electricidad baja en carbono en Rusia muestra un recorrido con altibajos, especialmente en la generación nuclear e hidroeléctrica. En los años finales de la década de 1980, la energía nuclear tuvo un incremento, pero sufrió caídas significativas en 1990 y 1994 debido a diversos factores. Sin embargo, desde finales de los '90 y a lo largo de los 2000, la generación nuclear comenzó a recuperarse de manera constante con incrementos notables en 1999, 2000 y 2003. Por otro lado, la energía hidroeléctrica experimentó fluctuaciones a lo largo de las décadas, con algunos años de crecimiento como en 2004 y 2016, pero con caídas importantes en años como 1996 y 2008. Estos cambios subrayan la necesidad de estabilidad y expansión sostenida en las fuentes de electricidad baja en carbono para asegurar la sostenibilidad energética en el futuro.