En el transcurso de los últimos doce meses, desde noviembre de 2023 hasta octubre de 2024, el consumo de electricidad en Rusia ha mostrado una dependencia significativa de los combustibles fósiles, con más de la mitad de su generación eléctrica, el 63.15%, proveniente de estas fuentes. El gas representa la mayoría dentro de este grupo, contribuyendo con casi el 45%. En contraposición, las fuentes de electricidad bajas en carbono conforman casi el 37% del total, con la generación nuclear y la energía hidroeléctrica participando casi igualitariamente, alrededor del 18% cada una. El carbón, otro combustible fósil, contribuye con el 17%, reflejando una clara necesidad de transición hacia fuentes más limpias para mitigar los impactos negativos de las emisiones de carbono.
Para incrementar la generación de electricidad baja en carbono, Rusia puede concentrarse en expandir su capacidad nuclear actual, dado que ya desempeña un papel crucial en su combinación energética. Países como Francia y Ucrania han logrado altos porcentajes de generación nuclear, alcanzando el 68% y el 55% respectivamente, lo que representa modelos exitosos a seguir. Además, el impresionante avance de la energía eólica en lugares como Dinamarca, que genera el 59% de su electricidad a partir de este recurso, demuestra el potencial de la diversificación hacia otras tecnologías bajas en carbono, que Rusia podría considerar en su esfuerzo por reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
El historial de electricidad baja en carbono en Rusia muestra variaciones notables, particularmente en la generación nuclear. En los años ochenta, hubo un incremento significativo, especialmente en 1987 con un aumento de 19.5 TWh. Sin embargo, la década de los noventa experimentó retrocesos preocupantes, como en 1990 y 1994, donde la generación nuclear disminuyó en 18 TWh y 21.4 TWh respectivamente, afectando negativamente el avance hacia una matriz energética más limpia. En las décadas siguientes, aunque ha habido avances y retrocesos en la energía hidroeléctrica, la capacidad nuclear ha experimentado un crecimiento más constante, lo que sugiere un camino hacia una mayor integración de tecnologías bajas en carbono para un futuro energético más sostenible.