En el período comprendido entre noviembre de 2023 y octubre de 2024, Argentina ha estado consumiendo casi la misma cantidad de electricidad proveniente de fuentes de combustibles fósiles y de generación baja en carbono. Los combustibles fósiles representan un poco más de la mitad del consumo eléctrico total, con el gas constituyendo la mayor parte de este grupo, seguido por el petróleo. Por otro lado, las fuentes de electricidad baja en carbono, que comprenden casi la otra mitad, se apoyan principalmente en la energía hidroeléctrica y eólica, seguidas en menor medida por la energía nuclear y solar. Los biocombustibles representan una parte muy pequeña del total de la electricidad generada. A pesar del esfuerzo significativo en adoptar tecnologías bajas en carbono, especialmente la hidroeléctrica y la eólica, Argentina todavía depende en gran parte de los combustibles fósiles, lo que refleja un desafío clave para cumplir con los compromisos climáticos globales.
Argentina tiene varias oportunidades para aumentar la generación de electricidad baja en carbono y reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Ampliar su capacidad de energía eólica, que ya muestra grandes resultados, es una estrategia prometedora. Observando a países que han tenido éxito con tecnologías bajas en carbono, Argentina puede buscar inspiración en Uruguay, donde la energía eólica representa alrededor de un tercio de la electricidad generada. Implementar políticas que fomenten la inversión y la innovación en el sector eólico, junto con el desarrollo de la energía solar, similar a lo que han logrado Chile y Grecia, puede ayudar significativamente. Además, dado que la energía nuclear genera más de la mitad de la electricidad en países como Francia y Eslovaquia, Argentina podría considerar expandir su capacidad nuclear existente para diversificar aún más su matriz energética y aumentar su autosuficiencia y sostenibilidad.
La historia de la electricidad baja en carbono en Argentina muestra una evolución considerable a lo largo de las décadas. La energía hidroeléctrica ha sido una fuente fundamental desde los años 1980, con fluctuaciones notables, como el significativo aumento en el año 2000 y de nuevo en la última parte de la década de 2020. En los últimos años, específicamente desde 2019, la energía eólica ha experimentado crecimientos consistentes, consolidándose como un pilar clave en la estrategia de descarbonización del país. Aunque la energía hidroeléctrica ha sido históricamente inestable, contribuyendo tanto masivos aumentos como importantes disminuciones a lo largo de los años, su continuo desarrollo junto al eólico evidencia el compromiso de Argentina con un futuro energético más limpio. Esto, junto con mejoras potenciales en su infraestructura nuclear, posicionará al país en una trayectoria más sólida hacia la sostenibilidad y la reducción de emisiones de carbono en el sector eléctrico.