Actualmente, el consumo de electricidad en México se basa predominantemente en fuentes de combustibles fósiles, que representan poco más de tres cuartas partes del total, específicamente un 75%. Dentro de este grupo, el gas es el más utilizado, superando el 60%, mientras que el petróleo y el carbón tienen participaciones más bajas, con alrededor del 6% y un poco menos del 6%, respectivamente. Por otro lado, la electricidad baja en carbono constituye casi el 21% de la mezcla energética. Esto incluye la energía eólica, solar, e hidroeléctrica, cada una con aproximadamente un 5%, y la nuclear con un modesto 3%. La geotérmica, aunque representa una fracción pequeña, todavía contribuye, alcanzando poco más del 1%. Estas cifras son para el periodo que va de agosto de 2023 hasta julio de 2024.
Para incrementar la generación de electricidad baja en carbono, México puede aprender de países que han tenido éxito en este ámbito. Tomemos ejemplos relevantes: Dinamarca lidera con un 59% de su electricidad proveniente de la energía eólica, un recurso eficiente y sostenible al que México también puede recurrir debido a sus vastas corrientes de viento. Además, la energía solar constituye el 21% de la matriz energética en países como Chile, lo que sugiere que México, con su abundante insolación, podría expandir considerablemente sus instalaciones solares. Además, la energía nuclear, aunque actualmente modesta en su aplicación nacional, muestra un gran potencial, como lo evidencian países como Francia, donde representa el 67% de su generación eléctrica. La adopción de estas tecnologías no solo puede mitigar los impactos negativos del cambio climático y la contaminación del aire derivados del uso de combustibles fósiles, sino que también diversificaría y fortalecería la independencia energética de México.
Históricamente, desde la década de 1980, la generación de electricidad baja en carbono en México ha experimentado fluctuaciones significativas, especialmente en el ámbito hidroeléctrico. Durante los primeros dos años de la década de 1980, la energía hidroeléctrica incrementó considerablemente su producción. Sin embargo, a finales de esa década y durante los años 1990, experimentó reducciones notables, aunque también tuvo años de recuperación, como en 1999 y 2008. En los primeros años del siglo XXI, los incrementos en la generación solar fueron prominentes, especialmente en 2020, aunque ha habido retos recientes. Incluso, en 2023 y el periodo siguiente, se observó una disminución significativa en la energía hidroeléctrica. En conjunto, estos antecedentes resaltan la necesidad de una planificación cuidadosa para integrar de manera más estable y eficiente las fuentes bajas en carbono en el futuro energético del país.