En Tailandia, el consumo de electricidad en 2024 sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, que representan más del 70% de la generación eléctrica total. La mayor parte de esta energía proviene del gas, con una participación de más de la mitad, seguido del carbón y las importaciones netas, que suman casi un 30% conjuntamente. Por otro lado, la electricidad baja en carbono representa solo alrededor del 12% del total, donde los biocombustibles tienen una participación mayoritaria, seguidos de la energía hidroeléctrica, solar y eólica, cada una con contribuciones menores. Esta dependencia de los combustibles fósiles subraya la necesidad urgente de Tailandia de avanzar hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles.
Para incrementar la generación de electricidad baja en carbono, Tailandia puede aprender de países que han tenido éxito en este ámbito. Por ejemplo, países como Francia y Eslovaquia han alcanzado proporciones significativas de generación eléctrica a partir de energía nuclear, superando el 60%. Además, Dinamarca y Uruguay han explotado eficazmente la energía eólica para abastecer más del 50% y cerca del 30% de su electricidad, respectivamente. Tailandia podría beneficiarse de estas experiencias, considerando una inversión decidida en tecnología nuclear y aprovechando su potencial eólico, lo cual disminuiría su dependencia de los combustibles fósiles y mitigaría los efectos negativos sobre el clima y la salud pública.
A lo largo de su historia, Tailandia ha experimentado diversas fluctuaciones en la generación de electricidad baja en carbono. Durante la década de 1980 y mediados de los 90, la energía hidroeléctrica mostró un crecimiento inicial positivo, aunque al final de los años 90 sufrió ligeras disminuciones. A partir del año 2000, la generación hidroeléctrica recuperó fuerza, presentando altibajos hasta 2022. Un cambio significativo ocurrió en la segunda década del siglo XXI, con un salto notable en los biocombustibles en 2016. La incorporación de la energía eólica se mostró prometedora en 2019. Estos esfuerzos, aunque sustanciales, aún no son suficientes para desplazar la dependencia de combustibles fósiles, lo que indica la necesidad de un mayor compromiso con la expansión de energía nuclear, solar y eólica en el futuro.