En el año 2022, la República Dominicana dependía en gran medida de los combustibles fósiles para su consumo eléctrico, con más de cuatro quintas partes, alrededor del 86%, provenientes de estas fuentes. Desglosando esta cantidad, casi dos quintos se generaron mediante el uso de gas y otro poco más de una cuarta parte a partir del carbón. En contraste, la electricidad generada a partir de fuentes bajas en carbono representó aproximadamente el 14% del total, un sector aún incipiente en comparación con el uso de combustibles fósiles. Dentro de este grupo de energías limpias, la energía eólica contribuyó con un poco más del 6%, la energía hidroeléctrica con alrededor del 5%, y la solar con casi el 3%. Esta dependencia de combustibles fósiles no solo plantea desafíos en términos de sostenibilidad, sino que también contribuye al impacto ambiental negativo, como el cambio climático y la contaminación del aire.
Para aumentar la generación eléctrica baja en carbono, la República Dominicana podría aprender de los ejemplos exitosos de otros países. Por ejemplo, Uruguay genera más de un tercio de su electricidad mediante energía eólica, lo que demuestra un fuerte compromiso con esta tecnología limpia. Otros países exitosos en el uso de energías limpias son Dinamarca e Irlanda, donde la energía eólica representa más del 60% y el 34%, respectivamente. Además, países como Grecia y Chile han demostrado un notable progreso en la integración de energía solar, con aproximadamente una quinta parte de su electricidad proveniente de esta fuente. La República Dominicana podría beneficiarse de políticas e inversiones que apoyen el desarrollo de estas tecnologías, especialmente en lo que respecta a la energía eólica y solar, además de considerar el potencial de la energía nuclear como una fuente estable y limpia de electricidad.
La historia de la electricidad baja en carbono en la República Dominicana ha estado marcada principalmente por los cambios en la generación de energía hidroeléctrica. En las décadas de 1970 y 1980, hubo fluctuaciones con aumentos y disminuciones notables, como los incrementos en 1976 y 1981, seguidos de disminuciones en 1977 y 1982. La tendencia parece haber continuado hasta el cambio de milenio, con ciertos aumentos en los años 1993 y 1999, alternados con decrecimientos en 1994 y 2000. En los años más recientes, desde la segunda década de los 2000, el país experimentó tanto aumentos significativos en 2016 y 2017 como declives en 2014 y 2019. En 2020, la energía eólica comenzó a hacer su aparición con un pequeño aumento en la generación eléctrica, lo que sugiere el comienzo de una diversificación hacia fuentes más sostenibles. Esta historia de altibajos resalta la necesidad de establecer políticas estables y de largo plazo que promuevan el incremento de la capacidad e infraestructura de generación baja en carbono.