En 2023, Nueva Zelanda ha logrado un impresionante 87.33% de su consumo de electricidad a partir de fuentes de electricidad baja en carbono. Más de la mitad, específicamente el 58.49%, proviene de energía hidroeléctrica, mientras que casi una quinta parte se obtiene de la energía geotérmica. Además, la energía eólica contribuye con un 7.79% y los biocombustibles con un 3.48%. Sin embargo, aún hay un 12.67% que proviene de combustibles fósiles, con el gas representando el 8% y el carbón el 4.67%. El próximo reto para Nueva Zelanda es electrificar sectores como el transporte, la calefacción y la industria, lo cual requerirá una mayor generación de electricidad baja en carbono.
Para aumentar la generación de electricidad baja en carbono, Nueva Zelanda puede invertir más en energía eólica y solar, aprovechando su potencial geográfico y climático. Además, debería considerar la construcción de plantas nucleares modernas, que ofrecen una fuente de energía limpia, segura y estable. Estas centrales nucleares pueden servir como una fuente confiable de energía base, complementando las energías intermitentes como la eólica y la solar. Con estas medidas, el país puede reducir aún más su dependencia de combustibles fósiles y avanzar en su objetivo de descarbonización.
La historia de la generación de electricidad baja en carbono en Nueva Zelanda muestra varias fluctuaciones, especialmente en la energía hidroeléctrica. En la década de 1970, se registraron aumentos importantes en años como 1975 (2.7 TWh) y 1979 (2.5 TWh), aunque también hubo disminuciones significativas como en 1976 (-1.9 TWh). La década de 1980 continuó viendo incrementos notable en 1983 (2.2 TWh) y 1986 (2.1 TWh). En los años 90, la variabilidad continuó, con años de grandes aumentos como 1993 (2.4 TWh) y 1994 (2.3 TWh), pero también algunas caídas importantes. En el siglo XXI, sobresale el aumento de 3.2 TWh en 2002 y un crecimiento de 3.6 TWh en 2004, aunque seguido de una baja considerable en 2005 (-3.9 TWh). Estos históricos picos y valles ponen de relieve la necesidad de complementar la hidroeléctrica con otras fuentes bajas en carbono para asegurar un suministro más estable y robusto.