En el año 2022, la electricidad en Turkmenistán depende casi totalmente de los combustibles fósiles, representando un asombroso 99.97%. La producción de electricidad baja en carbono es prácticamente inexistente en el país, lo que indica una enorme dependencia del petróleo, gas y carbón para satisfacer su demanda energética. Esta situación plantea graves desafíos en términos de sostenibilidad ambiental y contribución al cambio climático debido a las altas emisiones de CO2 asociadas con estos combustibles.
Turkmenistán podría aprender de varios países que han mostrado notables avances en la generación de electricidad baja en carbono, especialmente mediante el uso de la energía nuclear y la energía eólica. Francia, donde el 65% de la electricidad proviene de fuentes nucleares, y Eslovaquia, con un 62%, son ejemplos impresionantes de cómo una sólida infraestructura nuclear puede proporcionar una fuente estable y limpia de energía. De manera similar, Dinamarca genera el 53% de su electricidad a partir de la energía eólica, demostrando el gran potencial de esta fuente de energía en regiones con condiciones de viento favorables. Turkmenistán puede considerar la implementación de políticas e inversiones para seguir estos modelos y diversificar su matriz energética hacia opciones más sostenibles.
Históricamente, Turkmenistán ha mostrado un desarrollo mínimo en cuanto a generación de electricidad baja en carbono. Desde 1992 hasta 2021, la contribución de la energía hidroeléctrica ha sido nula, y la energía solar tampoco ha mostrado avances en este período. Esto ha llevado a una situación donde, a pesar del potencial solar y posibilidades de desarrollo hidroeléctrico, no se ha realizado prácticamente ninguna inversión o crecimiento en estas áreas. Si Turkmenistán desea integrarse a la tendencia mundial hacia la sostenibilidad y la reducción de emisiones de carbono, será crucial cambiar esta tendencia e invertir en energías limpias y bajas en carbono, como la energía nuclear, eólica y solar, en las próximas décadas.