En 2024, el consumo de electricidad en Puerto Rico se caracteriza por una dependencia significativa en los combustibles fósiles. Más del 94% de la electricidad proviene de fuentes fósiles, con el gas representando cerca de una cuarta parte de esta cifra y el carbón aproximadamente otro 19%. Este uso extensivo de combustibles fósiles contribuye a problemas ambientales como el cambio climático y la contaminación del aire. En contraste, la electricidad baja en carbono, que incluye energía solar y eólica, constituye menos del 6% del total. La energía solar aporta poco más del 4%, mientras que la eólica representa alrededor del 1% del suministro eléctrico.
Para incrementar la generación de electricidad baja en carbono, Puerto Rico puede aprender de países con sistemas eléctricos más sostenibles. Algunas naciones han conseguido un porcentaje significativo de su electricidad de fuentes bajas en carbono. Por ejemplo, Dinamarca y Uruguay dependen de la energía eólica para más de una cuarta parte de su suministro eléctrico, mientras que Líbano obtiene un tercio de su electricidad de la solar. Puerto Rico podría beneficiarse de políticas y tecnologías implementadas en estos países, aumentando la implementación de parques eólicos y solares. Además, aunque el desarrollo nuclear aún no ha sido una opción en Puerto Rico, podría ser considerado a largo plazo, dado el éxito de países como Francia y Eslovaquia, donde la electricidad nuclear es una fuente predominante de energía limpia.
Históricamente, la generación de electricidad baja en carbono en Puerto Rico ha experimentado cambios modestos pero consistentes. En las últimas décadas del siglo XX, la energía hidroeléctrica dominó la producción de baja carbono, registrando pequeños aumentos y disminuciones, alcanzando un mínimo en 2012. A partir de 2013, la energía eólica comenzó a ganar terreno con incrementos menores en algunas ocasiones. En 2018, la energía solar empezó a desempeñar un papel más significativo, incrementando su participación gradualmente cada año desde entonces. Este progreso, aunque lento, indica un cambio hacia fuentes más limpias que podría acelerarse con un enfoque estratégico en políticas energéticas y generación baja en carbono.