En 2024, el consumo de electricidad en Estonia se distribuye principalmente en tres grandes categorías. Poco más de un tercio de la electricidad proviene de fuentes bajas en carbono, como la energía solar, la eólica y los biocombustibles, que juntas representan aproximadamente el 38% del total. Las importaciones netas también juegan un papel importante en el suministro eléctrico, aportando alrededor de un tercio a las necesidades del país. Sin embargo, casi un 30% de la generación todavía depende de combustibles fósiles, lo que indica un área significativa para la mejora en la búsqueda de un suministro energético más limpio y sostenible.
Estonia tiene un potencial fabuloso para aumentar su generación de electricidad baja en carbono. Dado que las energías eólica y solar ya contribuyen de manera notable, su expansión podría ser esencial. Siguiendo el ejemplo de países como Dinamarca e Irlanda que han logrado altos porcentajes de generación eólica, Estonia podría invertir más en infraestructura para la energía eólica. Además, la energía solar debería aprovecharse más, considerando que algunos países como Líbano están demostrando un gran éxito en este campo. Asimismo, Estonia podría considerar la inclusión de energía nuclear en su mix energético. La experiencia de países con perfiles socioeconómicos similares, como Eslovaquia y Finlandia, que generan casi dos tercios y más de un tercio de su electricidad, respectivamente, a partir de fuentes nucleares, podría servir de inspiración.
En cuanto a la historia de la electricidad baja en carbono en Estonia, se puede observar un crecimiento paulatino en la última década. Desde 2009, el uso de biocombustibles ha mostrado un aumento intermitente, experimentando subidas y alguna caída ocasional. Especialmente significativo fue el aumento de 0,6 TWh en biocombustibles en 2020. Las energías solar y eólica comenzaron a ganar importancia desde mediados de la década de 2010, con picos claros en 2020 y un fuerte incremento de la energía eólica de 0,4 TWh y solar de 0,2 TWh en 2024, mostrando un camino positivo hacia una transición energética más limpia y sostenible para el país. Estas tendencias sugieren un compromiso hacia una reducción en el uso de combustibles fósiles, cada vez más obsoletos por sus grandes contribuciones al cambio climático y a la contaminación del aire.