En Estonia, el consumo de electricidad se caracteriza por una notable participación de electricidad baja en carbono, que representa casi la mitad del total con un 47.5%. Dentro de este grupo, la energía eólica es una fuente importante, generando aproximadamente el 20% de la electricidad, seguida de la solar con un 17%. Los biocombustibles contribuyen en menor medida, con cerca del 10%. Sin embargo, los combustibles fósiles todavía representan el 39% de la producción, con el petróleo como principal fuente de generación, aportando casi un 30%. El carbón sigue presente, aunque su contribución es más modesta, cercana al 8%. Además, Estonia depende de importaciones netas para cubrir el 14% de su consumo eléctrico, lo que resalta la oportunidad de fortalecer su independencia energética desarrollando fuentes limpias.
Para incrementar la generación de electricidad baja en carbono, Estonia podría centrarse en ampliar su infraestructura de energía eólica y solar, aprovechando el potencial demostrado por estas fuentes en el país. Aprender de países como Dinamarca y Lituania, donde la energía eólica constituye el 59% y 34% de su generación eléctrica respectivamente, podría ser beneficioso. Ambos países han implementado políticas efectivas y desarrollo tecnológico en el campo de la energía eólica, asegurando una fuente de energía limpia y sostenible. También, Estonia podría mirar hacia países como Francia y Eslovaquia, donde la energía nuclear ofrece una gran oportunidad para lograr una transición hacia una electricidad más limpia, ya que representa el 68% y 60% de su electricidad basadas en fuentes nucleares.
Históricamente, los biocombustibles han jugado un papel en la generación de electricidad en Estonia, con pequeños incrementos en la década de 2010. Sin embargo, en años recientes, ha habido fluctuaciones con algunos descensos notables en 2013 y 2024. En contraste, la energía solar ha mostrado un crecimiento constante desde 2020, con aumentos anuales que contribuyen al desarrollo de electricidad baja en carbono. La energía eólica, aunque sufrió un ligero descenso en 2016, ha visto un resurgimiento desde 2017, con aumentos continuos hasta 2024. La transición de Estonia hacia energía limpia se está consolidando, indicando un futuro más sostenible y menos dependiente de los combustibles fósiles.