En 2022, el consumo de electricidad en Cuba depende aún en gran medida de los combustibles fósiles, representando más del 95% de la generación total. De este porcentaje, el gas contribuye con cerca del 9%. En contraste, la energía baja en carbono constituye solo una pequeña parte del mix eléctrico del país, con poco menos del 5%. Dentro de las fuentes de energía baja en carbono, los biocombustibles representan alrededor del 2.5% y la energía solar casi un 1.5%. Este fuerte predominio de los combustibles fósiles destaca la necesidad de cambios significativos para alinearse con objetivos globales de sostenibilidad y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático.
Para aumentar la generación de electricidad baja en carbono, Cuba podría beneficiarse al aprender de algunos países que han logrado ciertos éxitos en el desarrollo de energía limpia. Por ejemplo, Uruguay, un país similar en tamaño y recursos, obtiene casi un 36% de su electricidad de la energía eólica. Implementar tecnologías eólicas y solares, junto a una exploración del potencial de la energía nuclear, podría ser un camino viable. Países como Francia y Ucrania han demostrado ser líderes en la generación nuclear, con un 67% y 55% de su electricidad proveniente de esta fuente, respectivamente. Adoptando estas estrategias, Cuba podría diversificar su mix energético, mejorar la independencia energética y contribuir a la protección del medio ambiente.
Históricamente, Cuba ha mostrado un comportamiento irregular en el desarrollo de la electricidad baja en carbono, especialmente en cuanto a los biocombustibles. Durante la década de 1970 y hasta bien entrados los años 90, hubo pequeñas variaciones en la producción de biocombustibles, con pocos incrementos notables y varias caídas, como la reducción de 0.4 TWh en 1993. El nuevo milenio tampoco trajo un cambio significativo; de hecho, la mayor caída en este sector se produjo en 2005 con otra disminución igual de 0.4 TWh. Sin embargo, a partir de 2013, hubo un modesto crecimiento en la producción solar, alcanzando un incremento de 0.1 TWh en el mismo año y nuevamente en 2018, lo que sugiere un interés incipiente pero cauteloso en las energías bajas en carbono que podría ampliarse en el futuro.