En 2022, el consumo de electricidad en Argelia mostró una clara dependencia de los combustibles fósiles, los cuales representan más del 99% de la generación eléctrica del país. El gas es el principal recurso utilizado, abarcando casi el 99% de la electricidad producida. Esto indica que apenas se utiliza electricidad baja en carbono, con una contribución insignificante de fuentes limpias como la nuclear, la eólica o la solar. Esta dependencia pesada en combustibles fósiles tiene implicaciones no solo para el medio ambiente, debido a las altas emisiones de gases de efecto invernadero y los efectos negativos en el cambio climático, sino también en la estabilidad económica ya que los precios de los combustibles pueden ser volátiles.
Para aumentar la generación de electricidad baja en carbono, Argelia podría mirar a ejemplos exitosos como Francia, donde un 68% de la electricidad se genera a partir de energía nuclear. Otros países como Ucrania y Eslovaquia también dependen de la nuclear, generando más del 55% de su electricidad de esta fuente verde. Por su clima y geografía, Argelia podría considerar asimismo invertir en energía solar, aprendiendo de países soleados como Yemen y Jordan, donde la generación solar alcanza un 20% y 15% respectivamente. La inversión en energía eólica también es una opción viable, como lo demuestra Marruecos, que genera un 15% de su electricidad mediante esta fuente.
En cuanto a la historia de generación de electricidad baja en carbono en Argelia, los datos muestran fluctuaciones en el uso de energía hidroeléctrica desde los años 80, pero tales esfuerzos parecen tener un impacto relativamente bajo en el panorama general de energía del país. En 2017, se registró un aumento de 0.5 TWh en la generación solar, mostrando un paso hacia la diversificación de fuentes de electricidad, aunque es evidente que estos esfuerzos son embrionarios en comparación con la dependencia del gas. En las últimas décadas, si bien ha habido intentos moderados por introducir energía hidroeléctrica, no se ha conseguido un cambio significativo hacia fuentes más limpias que podrían ofrecer una fuente más sostenible y menos dañina para el medio ambiente.