Actualmente, el estado del consumo de electricidad en Suecia es un ejemplo notable de sostenibilidad. Asombrosamente, más del 98% de la electricidad del país proviene de fuentes de energía baja en carbono. En particular, la energía hidroeléctrica representa casi el 38% del total, la energía nuclear contribuye con casi el 30%, mientras que la energía eólica alcanza cerca del 24%. La energía generada a partir de biocombustibles y solar completa este impresionante perfil de baja emisión. Los combustibles fósiles prácticamente no contribuyen, representando solo un poco más del 1% de la generación total de electricidad. Además, Suecia se destaca por ser un importante exportador neto de electricidad, ayudando a sus países vecinos a reducir sus emisiones. A pesar de este éxito, el siguiente desafío es electrificar sectores como el transporte, la calefacción y la industria, lo que requerirá una mayor producción de electricidad baja en carbono.
Para aumentar su generación de electricidad baja en carbono, Suecia debería enfocarse en expandir sus capacidades en energía nuclear y eólica. Dada la posición ya fuerte de la energía nuclear y eólica en el mix energético del país, incrementar las inversiones en estas áreas podría satisfacer la mayor demanda sin incrementar significativamente las emisiones de carbono. La energía nuclear, con su capacidad para proporcionar un flujo constante y de gran volumen, combinada con la energía eólica, que puede aprovechar los abundantes recursos naturales del país, serán fundamentales para asegurar el suministro de energía necesario para la futura electrificación de otros sectores.
La historia de la electricidad baja en carbono en Suecia es un recorrido de altibajos, especialmente en el área de la energía nuclear. En la década de los 80 y principios de los 90, la energía nuclear experimentó incrementos significativos en 1981 y 1986, pero enfrentó una fuerte reducción en 1992. Este patrón de aumentos y disminuciones continuó, destacándose reducciones notables en los años 2000 y 2020, cuestionando la estabilidad en las políticas energéticas. Mientras tanto, la energía hidroeléctrica ha tenido fluctuaciones importantes, con incrementos significativos en varios años como 1992 y 1997, aunque estos fueron seguidos por caídas considerables. Estos cambios resaltan la necesidad de políticas energéticas estables y sostenibles para garantizar un suministro constante de energía baja en carbono, evitando la dependencia de combustibles fósiles y apuntando hacia un futuro más limpio y verde.