En 2022, el consumo de electricidad en Madagascar se refleja en un uso significativo de electricidad generada a partir de combustibles fósiles, con 1.49 TWh provenientes de estas fuentes. La contribución de fuentes bajas en carbono como la energía hidroeléctrica ha sido pequeña, dejando el país aún dependiente de combustibles fósiles. Comparado con el promedio mundial de 3606 vatios por persona, el nivel de generación eléctrica en Madagascar es significativamente bajo, lo cual puede tener efectos negativos en el desarrollo económico y en la calidad de vida de su población. Las bajas tasas de electrificación limitan el desarrollo industrial, la educación y los servicios de atención médica, lo que puede perpetuar la pobreza y restringir el crecimiento económico.
Para aumentar la generación de electricidad baja en carbono, Madagascar podría aprender de países exitosos en el uso de fuentes sostenibles. Por ejemplo, Brasil ha logrado una notable generación de energía eólica de 97 TWh, lo que evidencia el potencial del viento en la producción limpia de electricidad. Japón y Australia también han incrementado su capacidad solar, con 98 TWh y 49 TWh respectivamente, demostrando que las inversiones en infraestructura solar pueden ser efectivas si se implementan adecuadamente. Además, la expansión de la energía nuclear ha sido fundamental en países como Francia, China y otros, donde la generación nuclear contribuye significativamente a la matriz eléctrica baja en carbono. Esto sugiere que Madagascar podría explorar la incorporación de tecnología nuclear, así como aumentar su capacidad eólica y solar, para diversificar sus fuentes de electricidad de manera sostenible.
Observando la historia de la electricidad baja en carbono en Madagascar, desde la década de 1980 hasta el presente, la generación hidroeléctrica ha mostrado fluctuaciones menores. En los años ochenta y noventa, hubo incrementos temporales de 0.1 TWh en años como 1981, 1984, 1995 y 1997. Sin embargo, a lo largo del siglo XXI, se puede observar una falta de consistencia en el aumento de la capacidad hidroeléctrica, con incrementos esporádicos y algunos descensos notables desde 2016 hasta 2020. Estos vaivenes en el desarrollo de la energía hidroeléctrica indican la necesidad de políticas y estrategias más estables para incrementar la participación de fuentes limpias en la generación total, reduciendo así la dependencia de los combustibles fósiles. Esto podría lograrse a través de una planificación más a largo plazo y la diversificación hacia otras formas de generación baja en carbono, como los grandes sistemas solares y eólicos, y potencialmente, la energía nuclear.