En 2022, el consumo de electricidad en Cabo Verde se basa principalmente en combustibles fósiles, que representan más de cuatro quintas partes (aproximadamente 84%) del total. Las fuentes de electricidad baja en carbono constituyen alrededor del 16% de la generación total, destacando significativamente la energía eólica que aporta cerca del 14%. La energía solar contribuye con algo más del 2%, mientras que otras fuentes de baja emisión de carbono parecen tener participación casi nula. Esta dependencia limitada de energía limpia sugiere un área clave para mejorar en la búsqueda de alternativas más sostenibles y ecológicamente amigables, reduciendo, de este modo, la huella de carbono y los efectos nocivos de los combustibles fósiles, como el cambio climático y la contaminación del aire.
Para incrementar la generación de electricidad baja en carbono, Cabo Verde podría centrarse en expandir su capacidad de energía eólica, dado su éxito relativo en esta categoría. Inspirándose en ejemplos internacionales, Uruguay ha logrado generar más de un tercio de su electricidad a partir de la energía eólica, una cifra que Cabo Verde podría aspirar a alcanzar en el futuro. Cabo Verde podría igualmente aprender de los avances en energía solar de países como Chile y Grecia, que han integrado una cuota significativa de esta fuente en sus matrices eléctricas. Alude también a la ampliación de la energía nuclear que ha mostrado ser un pilar eficiente en países como Francia, para un desarrollo sostenible.
La historia de la electricidad baja en carbono en Cabo Verde carece de fluctuaciones significativas en las dos primeras décadas del siglo XXI, especialmente en lo que respecta a la energía eólica, que no registró variaciones hasta 2020. A lo largo de estos años, la generación de electricidad con tecnología eólica se mantuvo estable, sin avances ni retrocesos contundentes. Del mismo modo, la energía solar se mantuvo constante desde su despliegue en 2011 y tampoco mostró variación alguna en la producción anual durante dicho periodo. Esta estabilidad, si bien indica una falta de declive, también revela oportunidades de mejora profundamente necesario para alcanzar las metas de sostenibilidad.