Actualmente, casi la totalidad de la electricidad consumida en Arabia Saudita proviene de fuentes de energía fósil, con un 99,77%. De este porcentaje, más de la mitad, es decir, un 60,55%, está compuesto por gas. Por otro lado, la producción de electricidad de baja emisión de carbono es casi nula, destacando el aparente falta de inversiones y políticas dirigidas hacia la energía limpia y sostenible.
Para aumentar la generación de electricidad de baja emisión de carbono, Arabia Saudita podría aprender de la experiencia de países como Francia, Eslovaquia o Ucrania donde la energía nuclear constituye más de la mitad de su producción eléctrica. Asimismo, países con condiciones climáticas y geográficas similares, como Yemen y Jordania, han logrado un interesante aprovechamiento de la energía solar, generando respectivamente el 17% y 16% de su electricidad. La energía eólica también representa una opción relevante a considerar, pero su implementación dependerá de las características de las zonas donde se plantee su instalación, tomando como ejemplo el éxito de Dinamarca que genera el 59% de su electricidad por medio de turbinas de viento.
Historicamente, Arabia Saudita ha tenido una trayectoria muy limitada en la generación de electricidad de baja emisión de carbono. A lo largo de la primera década del siglo XXI, la producción de energía solar fue casi inexistente. No fue hasta 2018 cuando se observó un ligero aumento en la generación de electricidad solar, pero este incremento no fue sostenido en el tiempo. No obstante, en 2021, se produjo un notable salto, sextuplicando la producción de energía solar del año anterior. Aunque este último dato brinda un atisbo de esperanza, queda mucho por hacer para que Arabia Saudita pueda alejarse de su alta dependencia de los combustibles fósiles y orientarse hacia una matriz energética más limpia y sostenible.