En 2022, el consumo de electricidad en Ruanda presentó características específicas que lo diferencian de la media global. Más de la mitad de la electricidad en el país proviene de fuentes de energía baja en carbono, principalmente de la energía hidroeléctrica, mientras que el uso de energías fósiles es casi inexistente. Sin embargo, en comparación con la media mundial de 3638 vatios por persona, el nivel total de generación eléctrica en Ruanda es muy bajo. Este déficit puede limitar el desarrollo económico y social del país, ya que la electricidad es vital para la industria, la educación, la salud y el bienestar general de la población. Sin mejoras significativas en la capacidad de generación, el crecimiento futuro podría verse obstaculizado.
Para enfrentar este desafío, Ruanda puede incrementar la generación de electricidad baja en carbono inspirándose en países que han tenido éxito en esta área. Por ejemplo, China y la India han impulsado sustancialmente su capacidad solar y eólica. Ruanda podría replicar estas estrategias, invirtiendo en la construcción de parques solares y eólicos para diversificar sus fuentes de energía limpia. Además, dado que muchos países utilizan la energía nuclear para obtener grandes cantidades de electricidad limpia, sería beneficioso considerar su implementación, a pesar de las diferencias en infraestructuras y capacidades económicas. La experiencia internacional sugiere que con voluntad política y apoyo internacional, Ruanda podría avanzar hacia un sistema eléctrico más sostenible y eficiente.
En la historia reciente de Ruanda, la generación de electricidad baja en carbono ha dependido principalmente de la energía hidroeléctrica. Desde 1996, ha habido poca variación significativa en la producción, con algunos leves incrementos hacia 2014 y 2015, y pequeñas adiciones en 2019 y 2020. En general, la estabilidad en la producción hidroeléctrica ha sido una constante, aunque no ha sido suficiente para satisfacer la creciente demanda energética del país. A lo largo de los años, la falta de diversificación hacia otras formas de energía baja en carbono puede haber limitado el crecimiento de la capacidad eléctrica, un área en la que se podrían enfocar futuros esfuerzos de desarrollo y expansión.