En el año 2022, el consumo de electricidad en la Polinesia Francesa estuvo dominado por los combustibles fósiles, que representaron más de dos tercios del total, con un 67.14% del suministro eléctrico. En contraste, la electricidad baja en carbono constituía algo más de una tercera parte, alcanzando el 32.86%. La mayor parte de esta electricidad limpia provino de la energía hidroeléctrica, aportando poco más de una cuarta parte del total de electricidad, específicamente un 25.71%. Por otro lado, la energía solar, aunque todavía en desarrollo, contribuyó con aproximadamente el 7% de la electricidad total de la región. Esta dependencia significativa de los combustibles fósiles resalta la necesidad urgente de transitar hacia fuentes de energía más sostenibles y bajas en carbono para mitigar los efectos negativos del cambio climático y la contaminación del aire.
Para incrementar la generación de electricidad baja en carbono, la Polinesia Francesa podría aprender de varios países que han tenido éxito en la adopción de estas tecnologías. Aunque no existen cifras de energía nuclear en la región, vale la pena considerar lo aprendido de Francia, un país que genera una gran parte de su electricidad, un 67%, de fuentes nucleares. Asimismo, países como Dinamarca y Uruguay han avanzado considerablemente en la generación eólica, con un 61% y 36% respectivamente. Estos ejemplos demuestran que una política enfocada en la expansión de energía nuclear, eólica y solar puede transformar el paisaje energético hacia fuentes más sostenibles y efectivas. La Polinesia Francesa podría beneficiarse de la implementación de infraestructuras para energía solar, aprovechando su abundante radiación solar, así como explorar el potencial del viento como una fuente viable, expandiendo sus capacidades para instalación de tecnología adecuada.
La historia de la electricidad baja en carbono en la Polinesia Francesa refleja un desarrollo limitado a lo largo de las décadas recientes. Desde principios del milenio hasta el presente, el suministro de energía hidroeléctrica se ha mantenido esencialmente estable, con solo ligeras fluctuaciones en su producción. En 2010, se observó un leve aumento de 0.1 TWh, seguido de una disminución similar en 2011, antes de volver a un estado sin variaciones significativas hasta la actualidad. En cuanto a la energía solar, no se han registrado cambios importantes, lo que indica un estancamiento en la expansión de este recurso limpio. Este historial revela una oportunidad desaprovechada para aumentar la proporción de electricidad baja en carbono y disminuir la dependencia de los combustibles fósiles, lo cual resalta la necesidad de un impulso estratégico hacia la inversión en energías solar y potencialmente eólica para una transformación energética sostenible.