En el año 2022, la generación de electricidad en Azerbaiyán estuvo dominada en gran medida por los combustibles fósiles, que representaron más del 90% del total, con el gas como el principal contribuyente, con un 93%. En comparación, la electricidad baja en carbono desempeñó un papel menor, representando poco más del 6% de la mezcla energética del país. Dentro de esta categoría, la energía hidroeléctrica fue la fuente más significativa, contribuyendo con alrededor del 5.5%. Es evidente que la dependencia del país de los combustibles fósiles es abrumadora, y un cambio hacia una energía más limpia no solo ayudaría a Azerbaiyán a reducir su huella de carbono, sino que también podría brindar beneficios económicos y ambientales a largo plazo.
Azerbaiyán puede aprender de países que han tenido éxito en la adopción de energía baja en carbono, especialmente aquellos que han apostado por la tecnología nuclear, como Ucrania, donde la energía nuclear constituye un 55% de su electricidad, o Armenia, cuyo porcentaje alcanza el 30%. Estos ejemplos muestran que invertir en infraestructura nuclear puede resultar en una proporción significativa de generación limpia dentro de la matriz energética. Además, potenciar la energía eólica podría ser una vía viable, como se ha demostrado en Dinamarca y Uruguay, donde las energías eólicas generan más del 50% y 36% de su electricidad, respectivamente. Mirar hacia estas naciones para implementar tecnología y políticas adecuadas podría ser fundamental para reducir la dependencia de los combustibles fósiles en Azerbaiyán.
La historia de la generación de electricidad baja en carbono en Azerbaiyán, particularmente de energía hidroeléctrica, muestra fluctuaciones significativas a lo largo de las décadas. Durante los años 80 y 90, se observaron altibajos, con incrementos como el de 1990 y descensos como el de 1986. A partir del nuevo milenio, la producción hidroeléctrica experimentó verdaderos avances desde 2002 hasta 2005, sumándose incrementos positivos. Sin embargo, las caídas en 2006 y luego desde 2011 señalaron inestabilidades que podrían haberse debido a factores hidroclimáticos o de infraestructura. En los años más recientes, especialmente en 2022, ha habido un pequeño impulso hacia el crecimiento de la electricidad baja en carbono, lo cual podría indicar una tendencia positiva si se mantienen las políticas correctas.